Decimos te amo de la manera más común, de la forma más sencilla, y lo hacemos para conquistar, lo hacemos para complacer el ego de nuestras parejas, pero casi nunca lo hacemos para expresar nuestros verdaderos sentimientos. Tenemos miedo, sentimos culpas, vamos rumbo al futuro creyendo en la comodidad del alma y no del corazón. No es muy común ver las parejas cuyos dos miembros sientan ese amor tan puro y delicado que emana del alma. Nos acostumbramos a dirigir nuestros gustos, engañamos la esperanza con esas frases que decimos o escribimos en esas notas a las que adjuntamos en un ramo de rosas.

Soñamos con un mundo nuevo, logramos tener el control de su realización y buscamos en la belleza estetica de la pareja lo que en verdad no existe, lo que atravieza la calle de lado a lado para reposar en un corazón que yace roto por la espera, que busca desesperadamente borrar su dolor, que se refugia en la primera brisa que corre y desaparece, se acomoda, busca una historia, mas o menos tranquila y deja a un lado ese dolor por amores eternos que, ahi están y no llegan o cambian, o simplemente desaparecen.

Un par de sonrisas, unos buenos días donde lavar el dolor y el mundo regresa a tus manos, a la conveniencia de la tranquilidad más común del volcán llamado amor.

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